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  • Andrea García Cavazos

Alguien de muchas palabras

¿Consideras que hablas mucho?


Me gusta decir el apellido de las palabras y, con apellido, me refiero al contexto de esa palabra o situación. Podría leerse como un pretexto de que no voy “directo” al punto, pero no creo que sea así. De hecho, la mayoría de las veces, tengo mi punto claro, es solo que me gusta que mis palabras le sepan a los demás como me saben a mí.


Por nada del mundo quisiera que se me escape un crédito si la anécdota, consejo o receta es de alguien más. Tampoco me gustaría parecer mal intencionada si me doy la libertad de decir algo que sé que no va a sumar, pero que aún así quiero contar.


¿Lo peor? Lo peor es que yo sé que cada quien entiende, no solo lo que quiere, sino lo que puede según lo vivido; sin embargo, me he otorgado la misión —sin miras a alguna recompensa— de ofrecer mi mano al oído de la persona que me esté escuchando para que, a través de detalles, podamos fluir en una conversación que nos plazca a ambos.


Y quizá pensarás —o no, porque ya sabemos que cada quien piensa no solo lo que quiere, sino lo que puede— que qué ególatra soy porque “se sabe” que más es más, por lo tanto, entre más palabras, más egocentrísmo. No obstante, me atrevo a decir —con todo y mis múltiples letras— que una persona que dice muchas palabras para nada es sinónimo de alguien que no escucha. Los que no escuchan son los que no quieren escuchar y ya, no hay que mezclar. La misma aberración sería afirmar que una persona de pocas palabras equivaldría a ser alguien que no tiene nada que decir. O, lo mismo sería, asegurar que cuando repetimos una historia es para que el de enfrente la entienda, cuando en realidad, las palabras que repetimos son para nosotros entenderlas... o creerlas.


En fin. Se dice que con el tiempo, a las palabras se las lleva el viento y las mías no son más pesadas que otras, así que ya muchas miles están volando y las que vienen estarán por seguirlas. De regreso a tu pregunta, realmente no sé si hablo mucho. Depende de cuántos apellidos de palabras o situaciones quiera describir y eso tiene que ver con los oídos de quien quiera escucharlos.


O quizá puedo repetir estas palabras, que al final, son para que me duren más a mí porque cada quien piensa no solo lo que quiere, sino lo que puede.

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