top of page
  • Andrea García Cavazos

El entrometido

Mientras caminábamos hacia la casa donde Mozart nació, pregunté al aire si íbamos hacia la dirección correcta. Justo en ese momento, un señor canoso en gris, de no más de 60 años, se acercó.


Antes de seguir con la impertinencia de este personaje, le dedico un par de palabras más a su pelo, pues lo poco que he descrito anteriormente de él es injusto. No solo era canoso en gris; este color era un pantone que ojalá, al asolearse, todas las canas pudieran obtener. En cuanto al largo… era lo suficientemente largo. Le llegaba por debajo de las orejas. ¿Y el peinado? Hacia atrás. ¿Cera o gel? Parecía natural, quizá miel del Olimpo.


Regresando a la historia, este desconocido empezó a hablarnos con una sonrisa para después pedirnos perdón en un melodioso italiano por no hablar nuestro idioma. Excusó su "abominable intromisión" diciéndonos que —al escuchar que alguien de nosotros preguntó, en español, por una dirección que él conocía— se dispuso a ayudarnos; por lo tanto, cambió su alemán nativo por una lengua romance como la nuestra, con la intención de que pudiéramos entender, “aunque sea un poco”, su amabilidad.

¿Logró su cometido? Por supuesto. No solo entendimos su amabilidad, sino también las direcciones que nos brindó en italiano y alemán. Hoy, dos semanas después, me encuentro en España, a cientos de kilómetros de Austria, intentando describir su perfecta intromisión… e intención que, a juzgar por la cara de los varones de mi familia (por una extraña razón, las mujeres no estaban ahí), he de asegurar, no era lo único perfecto que tenía el muy entrometido.

Al terminar su acto de beneficencia, el también oportuno se despidió con la misma sonrisa con la que llegó. No pasó ni un minuto para darnos cuenta de que todos estábamos boquiabiertos y no pasaron ni cinco segundos para que las bocas abiertas se unieran en una carcajada al percatarnos de lo ridículos y anonadados que nos veíamos.


¿Qué acababa de pasar? ¿Quién es él y dónde vive? ¿Le apetecerá tomar algo con nosotros? ¿Qué de él habrá hecho que todos supiéramos algo que realmente no sabíamos? ¿Acaso fue su perfección dental? ¿Su abrigo? ¿Habrá sabido que con su respuesta, a modo de auxilio no pedido—, nos iba a dejar con tantas preguntas al aire? ¿De eso se habrá tratado esa sonrisa? ¿Por eso sus disculpas en dos idiomas?


No lo sabemos. ¿Acaso esta impertinencia cambiará nuestras vidas? Por supuesto que no, pero aquí sigo escribiendo sobre eso que sucedió el lunes 3 de enero de 2022 en Salzburgo, Austria, cerca de las 11 de la mañana, justo antes de llegar a la casa donde nació Mozart.

170 visualizaciones3 comentarios
bottom of page