top of page
  • Andrea García Cavazos

La que le espera...

Es un hecho: nos quedan 2 meses más por acá y ya solo uno en Valladolid y, si bien soy una amante empedernida de darle vueltas y vueltas a todo lo que me pasa, esperaría que esos kilómetros de despedida que aún estoy por recorrer no acaben con mi salud mental. Como aquellas personas que se inventan locuras para evitar sentir.


¿Existirá un suceso tan triste que acabe para siempre con la dotación de lágrimas de alguien? Que, pensándolo bien, sí valdría la pena pagar ese precio por todo lo que he vivido aquí, pero qué tal si es uno más alto como un desgarre de corazón. ¿Será real ese padecimiento? Aunque, no quiero leerme presumida, pero tengo a un muy buen cardiólogo cerca y yo creería que podría ayudarme si fuera el caso, pero ¿qué tal si me pasa algo aún más visible? No sé, unas cicatrices queloides debido al rastro de la tristeza al haber atravesado todas las capas de mi piel. ¿Tan duros serán esos kilómetros?


¿Y si empiezo a recorrerlos aunque el día no haya llegado? ¡Claro! Si los empiezo a procesar desde antes, le llevaré ventaja a la tristeza y, en una de esas, me le pierdo y nunca me alcanza hasta México. Listo. Ya está. Mañana mismo empiezo a recorrer ese camino de despedida que de todos modos “tengo” que recorrer, pero ¡aún estando aquí! Entonces obvio no se va a sentir "tan" feo porque no me he ido y ya el día que en realidad me vaya de Valladolid, será mucho más ligero porque… ya voy adelantada, ¿cierto?


Bueno, pensándolo bien, no sé si eso funcione porque nunca he pisado ese camino y... ¿si me pierdo? ¡Ya sé! He aprendido que una manera de domar lo indomable es ser amable. Invitaré a cenar a la tristeza antes de que ella toque mi puerta. De esta manera podré examinarla a ella y a sus intenciones desde antes y, cuando llegue el día... ¡pum! Moldeada quedará.


La que le espera a la pobre… ¿verdad?


190 visualizaciones1 comentario
bottom of page