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  • Andrea García Cavazos

Supersentida

Sin el afán de presumir me he dado cuenta, o más bien, ahora estoy consciente de que poseo un superpoder. Soy supersentida.


Y no. Nada tiene que ver con dramas o berrinches innecesarios —en los que claro que he estado envuelta e incluso he protagonizado muchos pares—, más bien, tiene que ver con este fenómeno de sentir las emociones aún más. No en cantidad, sino en calidad. Algo así como cuando los sentimientos se vuelven más nítidos y, por lo tanto, tú más perceptivo.


Tras una ardua investigación, he llegado a la conclusión de que este superpoder llega cuando una situación en particular cambia de lugar tus pensamientos de mucho tiempo. Y no. Tener este poder no me hace sentir única, ni mucho menos más importante, ya que, si bien no a todos nos llega por la misma razón, estoy completamente segura que éste nos termina tocando a todos por igual, pero en distintos momentos.


En mi caso, no sé exactamente qué fue lo que me hizo consciente de este poder. No sé si fue la distancia de España a México o si han sido las vueltas kilométricas que le he dado a mi vida en mi cabeza estos últimos meses, pero no hay duda. Soy supersentida.


Las características de este superpoder han hecho visible lo que siempre ha estado ahí, pero que antes no percibía. Como la medición del tiempo, por ejemplo. Antes, para mí las horas solo tenían el tiempo encima, sin embargo, ahora sé que también cargan con gramaje. Y es que, si bien un día tiene 24 horas, yo juro que en los últimos meses los he sentido de 10. No hay duda. Unas horas pesan más que otras.


Lo mismo me pasa con las distancias. Podría afirmar que desde que llegamos a Valladolid, siento los kilómetros con una densidad distinta. Y es que, para mí, en CDMX, 5 kilómetros no representaban ni la mitad del recorrido de un lugar a otro y aquí, esos mismos, me teletransportan del río Pisuerga a una caballería de cientos de años.


También este fenómeno hizo una mezcolanza con mi sentido del gusto y del oído. Y no me refiero a que ya no tenga el superpoder de aguantar el picante al haberme acostumbrado al alioli (Alex sí lo perdió, por ejemplo), con esto me refiero a que, de un día a otro, mis seres queridos empezaron a representar sabores para mí.


Así es. Las intenciones y palabras de nuestros más cercanos me han surgido ahora en forma de sazones. Y es que, he de decir que este superpoder también me hizo ver la distancia como un ingrediente esencial para intensificar los sabores de las personas que nos rodean.


Sin duda, los sabores de mi gente más cercana tienen aún más intensidad ahora que cuando estaba a un paso de ellos. Sin embargo, ya había un par de “cercanos” cuyas intenciones ya resultaban sospechosamente insípidas desde que estábamos cerca, así que, este ingrediente de la distancia, solo hizo que el sabor los diluyera hasta llegar a desazonarse por completo y pasar directamente al mundo de los villanos: el de la indiferencia.


Es broma, tampoco así.


Pero bueno. Ojalá esto de prestar más atención a la intuición se me quede siempre en donde sea y con quien sea. Al final, sé que este poder no es nuevo ya que, mal o bien, llevo sintiendo mucho toda mi vida, pero es hasta ahora cuando he decidido otorgarle el título de superpoder. Así que, quizá lloraré y me enojaré, pero por lo menos desazonada, no seré.

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